Lo prefecto no siempre es perfecto.
No me refiero a una pieza mecánica que debe ser perfecta hasta valores micrométricos. Tampoco de proyectos de construcción dónde las medidas deben ser perfectas.
Hablo de ella.
Imperfecta.
Cuando digo imperfecta, me refiero a cuando hablas de un tema y te pregunta si está linda.
Imperfecta cuando se despeina y está más salvaje que peinada.
Cuando evita mirarte, y su perfil es aún más llamativo.
Cuándo no sigue la receta para innovar, y sale mejor que la original.
Imperfecta cuando habla, y su voz no es la más armoniosa, pero si la más atractiva.
Cuando camina, mueve sus pies, quizá no como una modelo, pero si como mujer que sabe adonde quiere ir.
Cuando se viste, y no lleva la ropa más elegante, pero su presencia es única.
Imperfecta cuando te ve, y quizá no tendrá los ojos de la actriz mejor paga, pero sentís que si te mira, te arropa el alma.
Cuando canta, porque no afinará como una cantante de ópera, pero si la escuchas cantar, seguro te encanta cual sirena.
Cuando trabaja, porque quizá no cumpla sus deberes de forma tan eficiente como una máquina, pero seguro que pone lo mejor de ella para lograrlo.
En este caso, esas imperfecciones sumadas crean un ser único, especial, perfecto.
Pero es imperfecta, pues quizá ni sabe de vos, y vos si sabes de ella.
O quizá ella sepa de vos, pero sus ojos no te pertenecen.
También puede ser que no sabes si querrá ser tu ladrona.
Y aquí vuelve, en su imperfección, a ser perfecta.
Es perfecta para robarte el corazón.
Es perfecta para robarte la mirada.
Es perfecta para robarte el pensamiento.
Es perfecta para robarte el sueño, que pierdes al recordarla.
Es perfecta para desconcentrarte.
Y estas imperfecciones en medio de la perfección es lo que la hacen alguien trascendente. Una de esas personas, que aunque no logren nada juntos, sabes que en el momento en que se conocieron, tu vida no iba a ser la misma.
Al momento de ver sus ojos por vez primera, de escuchar su voz, de darle un beso en la mejilla, de dirigirle la palabra, aunque en esa acción hayas perdido 5 años por lo que te costó juntar el valor para hacerlo, sabes que es perfecta.
Porque, en realidad, ella, es perfecta en sus imperfecciones.
No me refiero a una pieza mecánica que debe ser perfecta hasta valores micrométricos. Tampoco de proyectos de construcción dónde las medidas deben ser perfectas.
Hablo de ella.
Imperfecta.
Cuando digo imperfecta, me refiero a cuando hablas de un tema y te pregunta si está linda.
Imperfecta cuando se despeina y está más salvaje que peinada.
Cuando evita mirarte, y su perfil es aún más llamativo.
Cuándo no sigue la receta para innovar, y sale mejor que la original.
Imperfecta cuando habla, y su voz no es la más armoniosa, pero si la más atractiva.
Cuando camina, mueve sus pies, quizá no como una modelo, pero si como mujer que sabe adonde quiere ir.
Cuando se viste, y no lleva la ropa más elegante, pero su presencia es única.
Imperfecta cuando te ve, y quizá no tendrá los ojos de la actriz mejor paga, pero sentís que si te mira, te arropa el alma.
Cuando canta, porque no afinará como una cantante de ópera, pero si la escuchas cantar, seguro te encanta cual sirena.
Cuando trabaja, porque quizá no cumpla sus deberes de forma tan eficiente como una máquina, pero seguro que pone lo mejor de ella para lograrlo.
En este caso, esas imperfecciones sumadas crean un ser único, especial, perfecto.
Pero es imperfecta, pues quizá ni sabe de vos, y vos si sabes de ella.
O quizá ella sepa de vos, pero sus ojos no te pertenecen.
También puede ser que no sabes si querrá ser tu ladrona.
Y aquí vuelve, en su imperfección, a ser perfecta.
Es perfecta para robarte el corazón.
Es perfecta para robarte la mirada.
Es perfecta para robarte el pensamiento.
Es perfecta para robarte el sueño, que pierdes al recordarla.
Es perfecta para desconcentrarte.
Y estas imperfecciones en medio de la perfección es lo que la hacen alguien trascendente. Una de esas personas, que aunque no logren nada juntos, sabes que en el momento en que se conocieron, tu vida no iba a ser la misma.
Al momento de ver sus ojos por vez primera, de escuchar su voz, de darle un beso en la mejilla, de dirigirle la palabra, aunque en esa acción hayas perdido 5 años por lo que te costó juntar el valor para hacerlo, sabes que es perfecta.
Porque, en realidad, ella, es perfecta en sus imperfecciones.
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