La misma tradición de todos los años. No es la misma feria, aunque es la misma feria. Es decir, todos los años es en el mismo lugar, la misma fecha, los mismos horarios. Es más, para estas latitudes, suele hacer el mismo clima en esos días. Los feriantes suelen ser los mismos, los visitantes suelen ser los de siempre. Yo suelo ir todos los años, soy uno de los visitantes de siempre. Pero no es la misma feria.
El ritual se repite. Los feriantes con días de antelación preparan sus puestos. La mayoría son empleados y, por supuesto, están cansados del mismo trajín de todos los años. Horas extras, ya pensando en la multitud de personas que vienen, y que les esperan unas largas semanas de preguntas, charlas sin sentido, compañía forzada con gente que no siempre cae bien, pero ya es un rito. Forma parte de lo que tiene que suceder en esta época del año, sino, es como que ese año no fuera válido. ¿Podemos llamar algo por su nombre si falta eso que lo define? ¿Podemos llamar cerveza a la que no tiene alcohol, café al descafeinado, crema a la descremada? Cada año debe tener esta feria.
Se acerca la fecha. Eventos de promoción, aunque no se para qué, si van todos igual. Publicidad por todas partes. La apertura ansiada, sueño de muchos, fastidio de otros. Pasatiempo para unos cuantos, hacer la gamba para muchos otros. Pero ahí está, la misma todos los años.
Al principio dije que no era la misma, aunque era la misma. Es como un deja vu. Esas cosas que parecen vividas, pero no lo son. Esta feria definitivamente era un deja vu.
Empezar a recorrer puestos, visitar a aquellos feriantes que hace un año que no vemos. Buscamos esas joyas que no sabemos cuales son, pero las reconocemos al momento de verlas, tocarlas, olerlas. Claro, no son fáciles de hallar. Pero como dice aquel dicho, el que busca encuentra, pero yo lo cambiaría, el que busca otra cosa, encuentra. Cuando buscamos algo en particular, encontramos otra cosa que no buscábamos, pero que en el fondo sí buscábamos, o esa cosa nos buscaba a nosotros. Y nos convencemos, quizá, que sí la buscábamos, nos gusta eso de regodearnos de que somos buenos buscadores.
Eso que no buscábamos, lo encontramos, o nos encontró. Pero seguramente nos produjo más satisfacción que si hallábamos aquello otro que sí realmente buscábamos.
A la distancia, ahí estaba. Al principio, ni nos percatamos que era eso lo que buscábamos, en realidad, que nos buscaba. "¡Que me iba a imaginar!" - razonamos. Pero al ir de puesto en puesto, nos acercamos invariablemente, mejor dicho, se nos acerca invariablemente. Sin darnos cuenta, lo vemos, pero no lo vemos. Debemos pasar la vista varias veces, para al fin ver. Y cuando vemos, sentimos ese click interno, como cuando prendemos una luz en una habitación que se fue oscureciendo sin darnos cuenta, con el ocaso del día.
Será la hora, pensamos. Nos negamos a creer que ahí está. Puede ser el hecho de no haber comido por unas cuantas horas, no habernos tomado ese café que tantas ganas teníamos, pero se hacía tarde.
Y sin darnos cuenta, escuchamos su voz. Nos damos vuelta, como para mirar lo que nos rodea. Ahí estaba. También buscando algo. En seguida pensamos, ¿qué estará buscando? ¿Lo habrá encontrado?
Ese aroma. Nos traslada, debe ser el olor del jardín cultivado por un héroe del olimpo. "Absurdo" -razonamos. Casi sin querer nos ponemos a merodear, mirando alguna que otra cosa, que en otro momento, ni siquiera nos hubiéramos acercado a eso que agarramos. Todo era válido para ver, oler, escuchar, contemplar.
Pero era la misma feria de todos los años. Ya sabíamos que la íbamos a ver, oler, escuchar, contemplar. Solo que queríamos engañarnos, pensando que todo iba a ser como alguna vez fue. Nada vuelve a ser como antes. Ni el antes es como el antes. Por supuesto, nos ignoró. ¡Y que querías! Era obvio que iba a pasar eso.
Es la misma feria, aunque no es la misma feria.
El ritual se repite. Los feriantes con días de antelación preparan sus puestos. La mayoría son empleados y, por supuesto, están cansados del mismo trajín de todos los años. Horas extras, ya pensando en la multitud de personas que vienen, y que les esperan unas largas semanas de preguntas, charlas sin sentido, compañía forzada con gente que no siempre cae bien, pero ya es un rito. Forma parte de lo que tiene que suceder en esta época del año, sino, es como que ese año no fuera válido. ¿Podemos llamar algo por su nombre si falta eso que lo define? ¿Podemos llamar cerveza a la que no tiene alcohol, café al descafeinado, crema a la descremada? Cada año debe tener esta feria.
Se acerca la fecha. Eventos de promoción, aunque no se para qué, si van todos igual. Publicidad por todas partes. La apertura ansiada, sueño de muchos, fastidio de otros. Pasatiempo para unos cuantos, hacer la gamba para muchos otros. Pero ahí está, la misma todos los años.
Al principio dije que no era la misma, aunque era la misma. Es como un deja vu. Esas cosas que parecen vividas, pero no lo son. Esta feria definitivamente era un deja vu.
Empezar a recorrer puestos, visitar a aquellos feriantes que hace un año que no vemos. Buscamos esas joyas que no sabemos cuales son, pero las reconocemos al momento de verlas, tocarlas, olerlas. Claro, no son fáciles de hallar. Pero como dice aquel dicho, el que busca encuentra, pero yo lo cambiaría, el que busca otra cosa, encuentra. Cuando buscamos algo en particular, encontramos otra cosa que no buscábamos, pero que en el fondo sí buscábamos, o esa cosa nos buscaba a nosotros. Y nos convencemos, quizá, que sí la buscábamos, nos gusta eso de regodearnos de que somos buenos buscadores.
Eso que no buscábamos, lo encontramos, o nos encontró. Pero seguramente nos produjo más satisfacción que si hallábamos aquello otro que sí realmente buscábamos.
A la distancia, ahí estaba. Al principio, ni nos percatamos que era eso lo que buscábamos, en realidad, que nos buscaba. "¡Que me iba a imaginar!" - razonamos. Pero al ir de puesto en puesto, nos acercamos invariablemente, mejor dicho, se nos acerca invariablemente. Sin darnos cuenta, lo vemos, pero no lo vemos. Debemos pasar la vista varias veces, para al fin ver. Y cuando vemos, sentimos ese click interno, como cuando prendemos una luz en una habitación que se fue oscureciendo sin darnos cuenta, con el ocaso del día.
Será la hora, pensamos. Nos negamos a creer que ahí está. Puede ser el hecho de no haber comido por unas cuantas horas, no habernos tomado ese café que tantas ganas teníamos, pero se hacía tarde.
Y sin darnos cuenta, escuchamos su voz. Nos damos vuelta, como para mirar lo que nos rodea. Ahí estaba. También buscando algo. En seguida pensamos, ¿qué estará buscando? ¿Lo habrá encontrado?
Ese aroma. Nos traslada, debe ser el olor del jardín cultivado por un héroe del olimpo. "Absurdo" -razonamos. Casi sin querer nos ponemos a merodear, mirando alguna que otra cosa, que en otro momento, ni siquiera nos hubiéramos acercado a eso que agarramos. Todo era válido para ver, oler, escuchar, contemplar.
Pero era la misma feria de todos los años. Ya sabíamos que la íbamos a ver, oler, escuchar, contemplar. Solo que queríamos engañarnos, pensando que todo iba a ser como alguna vez fue. Nada vuelve a ser como antes. Ni el antes es como el antes. Por supuesto, nos ignoró. ¡Y que querías! Era obvio que iba a pasar eso.
Es la misma feria, aunque no es la misma feria.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminara veces buscamos algo y jamas lo encontramos y justo encontramos algo q en ese momento no se necesita pero anteriormente lo necesitábamos y n lo encontrábamos es como cuando esperamos algo y en ese momento no sucede y cuando sucede ya no lo necesitábamos mas. Así es la vida
ResponderEliminarLlena de desencuentros